4. Martes 26 de Noviembre: Merano y Bolzano
Y grabandoooo! Pues escribimos estas líneas desde ¡José! ¿puedes baajr la tele? O sea... Espérate, es que tengo que quitar la tele: pues eso, que escribimos estas líneas desde un lugar histórico que es la habitación donde Sandokán pasó su última noche antes de ser entregado al Rey de Siam porque tienes menos glamour esto que la cárcel de Sandokán, ya te digo... Qué barbaridad.
Pero bueno, empecemos desde el principio: como sabéis nos hemos levantado esta mañana tempranito en Verona, con un día un poquito lluvioso, nada importante, y no nos ha impedido coger el coche después de desayunar y plantarnos en la carretera Autostrada A4; salida bien, dirección Venecia como ya sabemos y bueno, algunas cositas de derecha izquierda, no te lo ponen muy bien, tú no te enteras, pum, pum, vuelves a dar la vuelta y te incorporas a la A4. La idea de hoy es comenzar la Ruta de las 5 estrellas en sí y para ello el punto de partida que hemos establecido es Merano.
De Verona a Merano hay un trecho, casi 200 kilómetros a través de la A22 que se coge desde la A4, nada más salir de Verona. Es una carretera de dos direcciones muy buena, pero está llenita de camiones: esta carretera comunica con Centro Europa y es una agonía: el carril derecho está completamente lleno de camiones, de todo tipo... Y el paseo se puede convertir en un poco agobiante. Para relajar, se pasa por un valle entre los Dolomitas pero repleto de naves industriales que le dan un aspecto un tanto... pues eso, industrial.
Cogemos la salida a Merano y nos plantamos en el primer parking que nos indica Google. Es una ciudad muy pequeñita así que no necesitas la “Machina” para nada así que a andar hacia el Rio Adigio. Subimos hacia el río y ¡olé! ¡¡¡¡El mercadillo navideño!!!! ¡¡¡La razón de nuestro viaje!!! Vamos corriendo, pero... que raro, que poca gente... y que de obreros... y que parece que están todavía instalándolo, pero no puede ser, porque abría el día 23 según vimos en internet y hoy es 26... Pero esto mosquea... y mosquea más cuando vemos un cartel que pone que abre el ¡¡día 29!! ¡¡La madre del cordero!! Nos han engañao estos italianini... que porca miseria... Empezamos a mirar en Google y vemos que, en efecto, los mercadillos de navidad de la Ruta de las Estrellas abrirán el día 29. Que decepción... pero en fin, que nada nos pare así que mosqueados y todo seguimos subiendo el río para cruzarnos con el Meranerhof, el hotel más famoso del lugar, y desde allí volver hacia la izquierda hacia el pueblo para ver el Palacio de Sissi en Merano. Que también estuvo por aquí, también. En realidad, vino hasta Merano porque los médicos le aconsejaron a su hija María Valeria el clima de la zona debido a su delicado estado de salud. Al lado del palacio, una de las 4 puertas de entrada a la ciudad de las que solamente han sobrevivido 3: la más famosa, la Puerta de Bolzano. Y también al lado del palacio, un restaurante dedicado a Sissi y un baño público, regentado por la tataranieta de Sissi y con cara de haber chupado un limón... que no está de más informar de dónde hay un baño público.
Cruzando la puerta de Bolzano se entra y sale de la ciudad desde el río así que la volvemos a cruzar para volver a él y buscar el camino de Sissi: fue construido por la ciudad como homenaje a la Emperatriz y circula paralelo al rio. En él se puede disfrutar de los distintos puntos de referencia de la emperatriz austriaca con la ciudad, así como bustos, frescos y estatuas de nobleza de la época. Interesante y agradable paseíto, la verdad.
Pero es que la ciudad poco tiene más que ofrecer, la verdad. Como digo es pequeña, 37mil habitantes, y a pesar de su belleza, una hora y pico basta para disfrutarla. Con ello, ponemos rumbo sur hacia Bolzano, final de etapa.
Capital del Tirol del sur, Bolzano está enclavada en un valle rodeado de viñedos montañosos y es la puerta de entrada a la cordillera de los Dolomitas, en los Alpes italianos. Enseguida se ve que es más grande que Merano y más industrializada: aparte de que siguen apareciendo miles de camiones por la carretera, se ven más zonas industriales, empresa, fábricas... Todo esto desluce un poco el paisaje pero es lo que hay.
Lo primero al llegar es buscar el Hotel Albergo Hofer. Como dije antes, menos detalles que el salpicadero de un Seat Panda... El regente, el mismísimo Conde Drácula harto de correrías por los Alpes, con el botón barriguero de la camisa desabrochado y con un perfecto inglés mezclado con italiano que te obligaba a acercarte a él para entenderle, con el miedo consiguiente a que te clavase los colmillos y te chupase toda la sangre y te dejase de por vida en estas montañas... El resto de clientes, pues eso... Los hermanos trogloditas de los autos locos, el Coyote y el Correcaminos y caterva parecida... De miedo... Lo mejor, irse a dar una vuelta por la ciudad.
Para colmo, el hotel queda a tomar por saco del centro así que hay que coger un autobús que la verdad, en cinco minutos te lleva a la Piazza Walther, al ladito de la Catedral. Venga, anochece así que hay que ver esto rapidito que aunque tenga el mercadillo navideño chapado (en la Piazza Walther) pues es una ciudad que promete.
Como damos la nota allí por donde vamos y nuestro acento nos delata, una chica nos pregunta que si somos españoles, que se nota desde Verona y nos dice un par de sitios para comer. Nos metemos a comer las típicas salchichas alemanas y unas bolas típicas de la zona como con pan, con mucha salsa... los famosos canederli... Bueno, ni chicha ni limoná. Pero vamos, que por aquí todo es comida alemana y pizza, no te esperes otra cosa. ¡Ah! Y polenta, mucha polenta... por todos lados. Es como comer el corcho blanco de envolver una minicadena o una tostadora... con el mismo sabor, la verdad... No le gusta ni a ellos.
Bueno, pues ya comidos nos ponemos a callejear y como siempre, a ir sin rumbo fijo, aunque como empieza a anochecer vamos al punto más lejano a verlo cuanto antes, el Castel Mareccio. Bien, bonito, chulo... viejo y otro castillo más que hemos visto. Eso sí, desde allí se ven las cumbres alpinas nevadas y es un espectáculo impresionante. Paseíto por los viñedos y vuelta a la ciudad: momento de meterse por los pórticos que están llenos de tiendas y mercadillos de frutas, la Plaza del Trigo a tomar un cafelito calentito, pequeñito y nada baratito y encontrar un super para pillar la cena.
Desde los pórticos se llega fácil a la Musseumstrasse que tiene al final el Museo Arqueológico de Alto Adige, con nuestro amigo Ötzi viviendo allí, el hombre de hielo. Volviendo por esa misma calle puedes encontrarte con la Piazza del Grano, antiguo centro urbano de la ciudad. Como digo, ciudad digna de volver a perderse por sus pórticos, plazas y callejuelas y cuando te canses o anochezca, como en nuestro caso, vuelta al bus para ir al hotel de los horrores a ver que se cuenta nuestro querido Conde Drácula.
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